¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? Lo último que me acuerdo es que
venía el córner y la fui a buscar con más ganas que posibilidades de
cabecear…Pero… ¿Esto qué es?
Parece el cielo, está todo celeste y hay como nubes. Lo que
me atrae es esa luz brillante. Siento que me llama, que me atrae y no puedo
evitar acercarme.
Pará un poquito. Esta historia la escuché en un montón de
lugares. Cielo, nubes, luz brillante que atrae…¡¡¡Me morí!!!
¡No puede ser! ¡Todo por buscar un cabezazo! Yo debería
haber tenido otra muerte. No como un héroe de guerra ó salvando a la humanidad
pero aunque sea, no se, que me hubiera pisado un auto, un ataque al Corazón
fulminante ó de última morirme de viejo.
¡Como se van a poner todos! ¡Van a pensar que morí como un
tribunero que fue al área a hacerse ver nada más!
¡Encima falta poco para que empiece en el Mundial!!!
Lo bueno es que el plasma lo saqué con la tarjeta y con el
seguro de vida ya queda pago. Pero esto no puede estar pasando, apenas llegue a
la luz voy a preguntar que pasó.
Al llegar, encuentro un mostrador, con un cartel que decía”Admisiones”
-¡Buenas! Me disculpa muchacho…ehh...vea, no lo tome a mal,
pero parece que me morí. Aseguré entrelazando mis manos.
-Así es caballero. Usted ha muerto y se encuentra en el
Cielo.
Esta es la admisión, si es tan amable ¿me daría sus datos
para asentar su llegada en el Libro de Ingresos del día de la fecha?
-Si, como no. Pero… ¿está seguro que yo me tenía que morir
así? ¿Hoy? ¿Para esta época?
-Paso a explicarle señor. La muerte es una decisión que uno
no toma, ni siquiera cuando se suicida.
Como toda decisión que otro toma por nosotros, cuesta
aceptarla. Pero con el paso del tiempo se va a acostumbrar- Aseguraba el
empleado
-Si, yo entiendo lo que usted me explica, lo que pasa es que
la muerte tiene esa cosa de permanencia, de poco cambio, que no tiene una buena
imagen.
-Lo trato de entender, pero aquí, en estas páginas están
todos los nombres de los que tienen que llegar y por supuesto está el suyo…ó
quizás en la otra hoja…emmmm.
¿Qué quiere decir con emmmm? Esa expresión en la Tierra significa que algo
no está bien- le dije.
-Le aclaro caballero que aquí también significa que hay un
pequeño inconveniente.
¿De ahí viene la frase “Así en la tierra como en el Cielo”?
Interrogué incrédulo.
Me alegra que el caballero conserve el buen humor, y más me
va a alegrar que pueda mantenerlo después de decirle que hubo un error. Usted
no debería haber muerto.
Por lo menos hoy no.
-¿¿¿Qué???? ¿Y si no tenía que morirme que hago en este
lugar?
¡Exijo volver a la
Tierra en este mismo instante!
-Bueno, no todo es tan simple. Hay que hacer papeles,
presentar certificados… Dígame… ¿Tenía algún plan realmente importante usted
como para seguir viviendo?
-Escúcheme ¿usted me está cargando? ¿Qué tienen que ver mis
planes? ¿Yo tengo que seguir vivo y san
se acabó!
-Señor, en primer lugar no pretenda amedrentarme tratando de
imponerme sus influencias por esto lados. Segundo a ese Santo no lo conozco por
aquí, y en tercer lugar el mencionado Santo no tiene injerencia alguna en esta
oficina celestial.
-No, no… es una forma de decir… ¿Quién manda acá? ¡Quiero
hablar con el responsable de todo esto! ¡Exijo una explicación en este mismo
instante!
-Calma caballero. No levante el tono de voz. No todo es
igual que en la Tierra
por estos lados.
-Vea, yo en este instante tendría que estar cabeceando un córner,
tratando de hacer un gol y resulta que estoy bien muerto. Llego acá y me dicen
que no era el día de mi muerte. ¿Cómo quiere que me ponga? Y si bien todo no es
igual que en la tierra, ¡creo que tengo toda la eternidad para levantar el tono
de voz!
De pronto, se abrió una puerta lateral, una voz firme quiso
saber lo que sucedía.
-¿Qué pasa? ¿Hay algún inconveniente?
Era un hombre alto, fornido. Tenía el pelo y la barba muy
blanca. De repente, veo que de su cintura colgaba un gran llavero con varias
llaves.
Me quedé mudo. Lo volví a mirar y con timidez pregunté… ¿Usted
es San Pedro?
Efectivamente- me contestó-. Pero seguro que el caballero me
reconoció después de ver mi llavero y haber pensado en un primer momento que yo
era Dios.
No se preocupe, me dijo mientras yo hacía gestos de
afirmación con la cabeza.
A todos les pasa lo mismo. ¿Qué lo trae por aquí?
-Bueno, yo quería cabecear un córner, y me morí. Y resulta
que cuando llego acá me dicen que no me tenía que morir. Y cuando pido que me
dejen volver a la Tierra ,
me dicen que no se puede.
San Pedro miró el Libro cuidadosamente, lo volvió a leer
señalando renglón por renglón con su dedo índice. Me miró y murmuró algo con
quién minutos antes hablaba conmigo.
Hubo una pequeña charla entre ellos. San Pedro cerró el
libro y se me acercó.
-Estimado, hubo un pequeño error con usted, me dijo.
-Bueno señor San Pedro, no se haga problema, me devuelven a la Tierra y aquí no ha pasado
nada, nos vemos en otro momento.
-No es tan fácil señor, hay que hacer papeles, presentar
certificados…
Lo interrumpí de manera brusca y empecé a los gritos: ¡No
puede ser!
¡Devuélvanme mi vida inmediatamente! Si en la Tierra la burocracia es
terrible ¡ni me quiero imaginar lo que debe ser por acá donde todo es eterno!
¡¡¡Exijo vivir!!! ¡¡¡Quiero vivir!!!
Yo gritaba con todas mis fuerzas, pero de pronto, se
escucharon unos pasos. El empleado de admisiones y San Pedro se miraron y
levantaron las cejas como gesto universal de asombro.
Se abrió una puerta, una luz brillante nos encandiló y una
voz firme y exclamó:
¡Pero! ¡Por mí! ¿Que es todo este lío? ¿Qué pasa acá?
San Pedro se adelantó y trato de explicar lo que había
ocurrido.
Yo no lo dejé terminar y lo interrumpí.
San Pedro y yo empezamos a discutir.
-De nuevo la voz habló: Ya me imagino, el caballero murió y
no lo acepta.
A todos les pasa, cuando se mueren dicen ¡quiero vivir! ¡quiero
vivir! Pero cuando están en la tierra al primer inconveniente que tienen dicen ¡me
quiero morir! ¡me quiero morir!
En ese instante me di cuenta que la voz era el superior al
empleado de admisiones, y también de San Pedro. Asombrado, bastante asustado y
lleno de dudas pregunté: ¿Usted es Dios?
-Así es, me respondió. Un gusto, me contestó. ¿Que lo trae
por aquí? Me preguntó amablemente.
Vea, yo me morí, le dije.
Ya lo creo, me contestó.
¡¡¡Pero no me tenía que pasar eso y ahora me voy a pasar
toda mi vida acá!!!
-En todo caso pasará toda su muerte acá, me contestó Dios
mientras San Pedro y el empleado se reían por el comentario.
¡No me cargue Dios! ¡Esto es serio! Me dicen que hay que
hacer trámites, papeles, certificados, que se yo…
¿Y mientras qué pasa? ¿Si queman mi cuerpo como vuelvo? ¿Me
van a mandar de vuelta en el cuerpo de otra persona?
Dios me miró y me tranquilizó -Hijo, has visto demasiadas
películas-.
En estos casos el damnificado permanece en estado de coma
hasta que se resuelve la situación. Por eso cada tanto hay alguna persona que
pasa veinte años en una cama y luego despierta como si nada.
-Pero no Dios, yo no puedo estar veinte años así, yo en este
momento tendría que estar cabeceando un córner y tratando de hacer un gol. Y
resulta que estoy acá tramitando mi vida, o mi muerte.
Dios se asombró, se tomó el mentón y mientras me miraba de
arriba abajo afirmó: Sos bajito para cabecear. Eso es de tribunero.
-Me indigné. ¡No soy tribunero! ¡Íbamos perdiendo y había
que empatar sea como sea!
En ese momento me di cuenta que estaba discutiendo con Dios
en vivo y en directo.
Pero no me achiqué y redoblé la apuesta -Era una de las
últimas oportunidades de hacer el gol. ¡Había que dejar la vida en esa pelota!
-Dios apuntó hacia arriba las palmas de las manos, se
encogió de hombros, enarcó las cejas y dijo: ¡Y dejaste la vida! ¿De qué te
quejás?
Las carcajadas de San Pedro y del empleado realmente me
asombraron.
Me tomé la cabeza con ambas manos y exclamé: ¡Encima ahora
viene el Mundial!
¡Tenés razón! -dijo Dios- Va a estar bueno, hay buenos
equipos.
¡A Dios le gusta el fútbol! Dije sin salir de mi asombro que
era cada vez más prolongado.
¿Quién va a salir
campeón? ¿Argentina? ¿Brasil?
Dios habló: “Me gusta tanto el fútbol que no me meto en esas
cosas. Dejo que los resultados se den solos. Me causa gracia cuando dicen que
yo ayudo a tal ó cual equipo. No señor, dejo que los jugadores definan ellos
con su habilidad”.
Cuando algún jugador viene nos quedamos hablando horas y
horas. Bah, no muchas horas. Tengo demasiado trabajo en estos tiempos. Pero
siempre me hago una pausita los domingos para mirar algún partido.
-¿De ahí viene que Dios el séptimo día descansó? Pregunté
incrédulo.
Eso es lo que todos piensan y lo que todos me preguntan
cuando vienen.
A ver San Pedro, por favor acelerá los trámites de este
muchacho a ver si pasa o se queda.
-¡Dios me estaba apurando los papeles! ¡No lo podía creer!
Era raro, yo había escuchado hablar de estar cerca de Dios, pero esta vez
parecía hasta excesivo. Aproveché y repregunté: ¿Dios descansa el séptimo día
para ver fútbol?
-Dios me miró y dijo: ¡No! ¡Los Domingos voy a misa!
Nunca había escuchado carcajadas tan sonoras como las del
empleado de admisión, San Pedro y Dios juntas.
Dios se sentó en un sillón marrón y se puso a conversar
conmigo. Me contó de viejos partidos, de grandes goles, de espectaculares
jugadas y del desafío que le hizo el Diablo.
Se jugaron al Fútbol el destino de la humanidad. Era a un
solo partido. El que ganaba se quedaba con la Tierra. El partido terminó
empatado 2 a
2. El Cielo tenía mejores jugadores, pero el Infierno puso los árbitros y los
jueces de línea.
Casualidad o no, el partido se jugó en los días que Maradona
estuvo internado casi al borde de la muerte.
En ese momento San Pedro interrumpió la charla para avisarme
que mi problema se había solucionado, que iba a seguir viviendo, y que me iba a
despertar en un Hospital.
Que me haga el sorprendido y que no comente este “Lamentable
incidente que no volverá a ocurrir. Su próxima muerte será definitiva.” Me juró
el custodio de las llaves del cielo.
Ofrecí mis disculpas por los gritos y saludé al empleado de
admisión y a San Pedro.
Me despedí de Dios diciéndole: -Sería un honor para mí
alguna vez poder jugar en el equipo del Cielo. Yo con la camiseta cuatro, Dios
con la camiseta diez...
Dios se sonrió y me dijo -Se equivoca una vez más, la diez
la tiene reservada un muchacho que vino a jugar una vez y la rompió. Yo soy
arquero.
Quizá el puesto más sufrido de todos, pero por un lado
alguien tiene que ir al arco y por otro lado, no puedo ver sufrir a nadie.
Me empecé a alejar hacia la Tierra. Me di vuelta y allí
estaban los tres contemplándome. Yo los saludaba moviendo la mano, ellos
respondían el saludo.
Llegué a decirles: ¡Chau! ¡Nos vemos!
Dios me miró y me dijo “Eso seguro. Avisá antes de salir. ¡La
gente se muere por venir para acá!
Lo último que recuerdo son las carcajadas del empleado de
admisión, de San Pedro y del mismísimo Dios.
3 comentarios:
¡Muy bien! Me gustó mucho. Felicitaciones.
Que bardero Dios.
¡¡Muy bueno!! Ayudó a pasar la tarde de laburo, me reí en varios momentos.
Buenas, largados hasta el momento:
ARDENTE
TEJERA
CARBONI
M. AGUIRRE
F. SALAS
L. GONZALEZ
STEFANATTO
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