domingo, 22 de enero de 2012

AL CIELO IDA Y VUELTA (por Diego Jordan)


¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? Lo último que me acuerdo es que venía el córner y la fui a buscar con más ganas que posibilidades de cabecear…Pero… ¿Esto qué es?
Parece el cielo, está todo celeste y hay como nubes. Lo que me atrae es esa luz brillante. Siento que me llama, que me atrae y no puedo evitar acercarme.
Pará un poquito. Esta historia la escuché en un montón de lugares. Cielo, nubes, luz brillante que atrae…¡¡¡Me morí!!!




¡No puede ser! ¡Todo por buscar un cabezazo! Yo debería haber tenido otra muerte. No como un héroe de guerra ó salvando a la humanidad pero aunque sea, no se, que me hubiera pisado un auto, un ataque al Corazón fulminante ó de última morirme de viejo.
¡Como se van a poner todos! ¡Van a pensar que morí como un tribunero que fue al área a hacerse ver nada más!
¡Encima falta poco para que empiece en el Mundial!!!
Lo bueno es que el plasma lo saqué con la tarjeta y con el seguro de vida ya queda pago. Pero esto no puede estar pasando, apenas llegue a la luz voy a preguntar que pasó.
Al llegar, encuentro un mostrador, con un cartel que decía”Admisiones”
-¡Buenas! Me disculpa muchacho…ehh...vea, no lo tome a mal, pero parece que me morí. Aseguré entrelazando mis manos.
-Así es caballero. Usted ha muerto y se encuentra en el Cielo.
Esta es la admisión, si es tan amable ¿me daría sus datos para asentar su llegada en el Libro de Ingresos del día de la fecha?
-Si, como no. Pero… ¿está seguro que yo me tenía que morir así? ¿Hoy? ¿Para esta época?
-Paso a explicarle señor. La muerte es una decisión que uno no toma, ni siquiera cuando  se suicida.
Como toda decisión que otro toma por nosotros, cuesta aceptarla. Pero con el paso del tiempo se va a acostumbrar- Aseguraba el empleado
-Si, yo entiendo lo que usted me explica, lo que pasa es que la muerte tiene esa cosa de permanencia, de poco cambio, que no tiene una buena imagen.
-Lo trato de entender, pero aquí, en estas páginas están todos los nombres de los que tienen que llegar y por supuesto está el suyo…ó quizás en la otra hoja…emmmm.
¿Qué quiere decir con emmmm? Esa expresión en la Tierra significa que algo no está bien- le dije.
-Le aclaro caballero que aquí también significa que hay un pequeño inconveniente.
¿De ahí viene la frase “Así en la tierra como en el Cielo”? Interrogué incrédulo.
Me alegra que el caballero conserve el buen humor, y más me va a alegrar que pueda mantenerlo después de decirle que hubo un error. Usted no debería haber muerto.
Por lo menos hoy no.
-¿¿¿Qué???? ¿Y si no tenía que morirme que hago en este lugar?
¡Exijo volver a la Tierra en este mismo instante!
-Bueno, no todo es tan simple. Hay que hacer papeles, presentar certificados… Dígame… ¿Tenía algún plan realmente importante usted como para seguir viviendo?
-Escúcheme ¿usted me está cargando? ¿Qué tienen que ver mis planes? ¿Yo tengo que seguir vivo y  san se acabó!
-Señor, en primer lugar no pretenda amedrentarme tratando de imponerme sus influencias por esto lados. Segundo a ese Santo no lo conozco por aquí, y en tercer lugar el mencionado Santo no tiene injerencia alguna en esta oficina celestial.
-No, no… es una forma de decir… ¿Quién manda acá? ¡Quiero hablar con el responsable de todo esto! ¡Exijo una explicación en este mismo instante!
-Calma caballero. No levante el tono de voz. No todo es igual que en la Tierra por estos lados.
-Vea, yo en este instante tendría que estar cabeceando un córner, tratando de hacer un gol y resulta que estoy bien muerto. Llego acá y me dicen que no era el día de mi muerte. ¿Cómo quiere que me ponga? Y si bien todo no es igual que en la tierra, ¡creo que tengo toda la eternidad para levantar el tono de voz!
De pronto, se abrió una puerta lateral, una voz firme quiso saber lo que sucedía.
-¿Qué pasa? ¿Hay algún inconveniente?
Era un hombre alto, fornido. Tenía el pelo y la barba muy blanca. De repente, veo que de su cintura colgaba un gran llavero con varias llaves.
Me quedé mudo. Lo volví a mirar y con timidez pregunté… ¿Usted es San Pedro?
Efectivamente- me contestó-. Pero seguro que el caballero me reconoció después de ver mi llavero y haber pensado en un primer momento que yo era Dios.
No se preocupe, me dijo mientras yo hacía gestos de afirmación con la cabeza.
A todos les pasa lo mismo. ¿Qué lo trae por aquí?
-Bueno, yo quería cabecear un córner, y me morí. Y resulta que cuando llego acá me dicen que no me tenía que morir. Y cuando pido que me dejen volver a la Tierra, me dicen que no se puede.
San Pedro miró el Libro cuidadosamente, lo volvió a leer señalando renglón por renglón con su dedo índice. Me miró y murmuró algo con quién minutos antes hablaba conmigo.
Hubo una pequeña charla entre ellos. San Pedro cerró el libro y se me acercó.
-Estimado, hubo un pequeño error con usted, me dijo.
-Bueno señor San Pedro, no se haga problema, me devuelven a la Tierra y aquí no ha pasado nada, nos vemos en otro momento.
-No es tan fácil señor, hay que hacer papeles, presentar certificados…
Lo interrumpí de manera brusca y empecé a los gritos: ¡No puede ser!
¡Devuélvanme mi vida inmediatamente! Si en la Tierra la burocracia es terrible ¡ni me quiero imaginar lo que debe ser por acá donde todo es eterno!
¡¡¡Exijo vivir!!! ¡¡¡Quiero vivir!!!
Yo gritaba con todas mis fuerzas, pero de pronto, se escucharon unos pasos. El empleado de admisiones y San Pedro se miraron y levantaron las cejas como gesto universal de asombro.
Se abrió una puerta, una luz brillante nos encandiló y una voz firme y exclamó:
¡Pero! ¡Por mí! ¿Que es todo este lío? ¿Qué pasa acá?
San Pedro se adelantó y trato de explicar lo que había ocurrido.
Yo no lo dejé terminar y lo interrumpí.
San Pedro y yo empezamos a discutir.
-De nuevo la voz habló: Ya me imagino, el caballero murió y no lo acepta.
A todos les pasa, cuando se mueren dicen ¡quiero vivir! ¡quiero vivir! Pero cuando están en la tierra al primer inconveniente que tienen dicen ¡me quiero morir! ¡me quiero morir!
En ese instante me di cuenta que la voz era el superior al empleado de admisiones, y también de San Pedro. Asombrado, bastante asustado y lleno de dudas pregunté: ¿Usted es Dios?
-Así es, me respondió. Un gusto, me contestó. ¿Que lo trae por aquí? Me preguntó amablemente.
Vea, yo me morí, le dije.
Ya lo creo, me contestó.
¡¡¡Pero no me tenía que pasar eso y ahora me voy a pasar toda mi vida acá!!!
-En todo caso pasará toda su muerte acá, me contestó Dios mientras San Pedro y el empleado se reían por el comentario.
¡No me cargue Dios! ¡Esto es serio! Me dicen que hay que hacer trámites, papeles, certificados, que se yo…
¿Y mientras qué pasa? ¿Si queman mi cuerpo como vuelvo? ¿Me van a mandar de vuelta en el cuerpo de otra persona?
Dios me miró y me tranquilizó -Hijo, has visto demasiadas películas-.
En estos casos el damnificado permanece en estado de coma hasta que se resuelve la situación. Por eso cada tanto hay alguna persona que pasa veinte años en una cama y luego despierta como si nada.
-Pero no Dios, yo no puedo estar veinte años así, yo en este momento tendría que estar cabeceando un córner y tratando de hacer un gol. Y resulta que estoy acá tramitando mi vida, o mi muerte.
Dios se asombró, se tomó el mentón y mientras me miraba de arriba abajo afirmó: Sos bajito para cabecear. Eso es de tribunero.
-Me indigné. ¡No soy tribunero! ¡Íbamos perdiendo y había que empatar sea como sea!
En ese momento me di cuenta que estaba discutiendo con Dios en vivo y en directo.
Pero no me achiqué y redoblé la apuesta -Era una de las últimas oportunidades de hacer el gol. ¡Había que dejar la vida en esa pelota!
-Dios apuntó hacia arriba las palmas de las manos, se encogió de hombros, enarcó las cejas y dijo: ¡Y dejaste la vida! ¿De qué te quejás?
Las carcajadas de San Pedro y del empleado realmente me asombraron.
Me tomé la cabeza con ambas manos y exclamé: ¡Encima ahora viene el Mundial!
¡Tenés razón! -dijo Dios- Va a estar bueno, hay buenos equipos.
¡A Dios le gusta el fútbol! Dije sin salir de mi asombro que era cada vez más prolongado.
¿Quién va  a salir campeón? ¿Argentina? ¿Brasil?
Dios habló: “Me gusta tanto el fútbol que no me meto en esas cosas. Dejo que los resultados se den solos. Me causa gracia cuando dicen que yo ayudo a tal ó cual equipo. No señor, dejo que los jugadores definan ellos con su habilidad”.
Cuando algún jugador viene nos quedamos hablando horas y horas. Bah, no muchas horas. Tengo demasiado trabajo en estos tiempos. Pero siempre me hago una pausita los domingos para mirar algún partido.
-¿De ahí viene que Dios el séptimo día descansó? Pregunté incrédulo.
Eso es lo que todos piensan y lo que todos me preguntan cuando vienen.
A ver San Pedro, por favor acelerá los trámites de este muchacho a ver si pasa o se queda.
-¡Dios me estaba apurando los papeles! ¡No lo podía creer! Era raro, yo había escuchado hablar de estar cerca de Dios, pero esta vez parecía hasta excesivo. Aproveché y repregunté: ¿Dios descansa el séptimo día para ver fútbol?
-Dios me miró y dijo: ¡No! ¡Los Domingos voy a misa!
Nunca había escuchado carcajadas tan sonoras como las del empleado de admisión, San Pedro y Dios juntas.
Dios se sentó en un sillón marrón y se puso a conversar conmigo. Me contó de viejos partidos, de grandes goles, de espectaculares jugadas y del desafío que le hizo el Diablo.
Se jugaron al Fútbol el destino de la humanidad. Era a un solo partido. El que ganaba se quedaba con la Tierra. El partido terminó empatado 2 a 2. El Cielo tenía mejores jugadores, pero el Infierno puso los árbitros y los jueces de línea.
Casualidad o no, el partido se jugó en los días que Maradona estuvo internado casi al borde de la muerte.
En ese momento San Pedro interrumpió la charla para avisarme que mi problema se había solucionado, que iba a seguir viviendo, y que me iba a despertar en un Hospital.
Que me haga el sorprendido y que no comente este “Lamentable incidente que no volverá a ocurrir. Su próxima muerte será definitiva.” Me juró el custodio de las llaves del cielo.
Ofrecí mis disculpas por los gritos y saludé al empleado de admisión y a San Pedro.
Me despedí de Dios diciéndole: -Sería un honor para mí alguna vez poder jugar en el equipo del Cielo. Yo con la camiseta cuatro, Dios con la camiseta diez...
Dios se sonrió y me dijo -Se equivoca una vez más, la diez la tiene reservada un muchacho que vino a jugar una vez y la rompió. Yo soy arquero.
Quizá el puesto más sufrido de todos, pero por un lado alguien tiene que ir al arco y por otro lado, no puedo ver sufrir a nadie.
Me empecé a alejar hacia la Tierra. Me di vuelta y allí estaban los tres contemplándome. Yo los saludaba moviendo la mano, ellos respondían el saludo.
Llegué a decirles: ¡Chau! ¡Nos vemos!
Dios me miró y me dijo “Eso seguro. Avisá antes de salir. ¡La gente se muere por venir para acá!
Lo último que recuerdo son las carcajadas del empleado de admisión, de San Pedro y del mismísimo Dios.

3 comentarios:

Webby dijo...

¡Muy bien! Me gustó mucho. Felicitaciones.

Que bardero Dios.

AZ dijo...

¡¡Muy bueno!! Ayudó a pasar la tarde de laburo, me reí en varios momentos.

Walls dijo...

Buenas, largados hasta el momento:

ARDENTE
TEJERA
CARBONI
M. AGUIRRE
F. SALAS
L. GONZALEZ
STEFANATTO